viernes, 26 de julio de 2013

El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman



Antonius Blovk (Max Von Sydow)
Voy a intentar ser breve, porque realmente, a pesar de lo mucho que se ha dicho de "El séptimo sello", no veo que haya mucho para hablar. Seguro que el 99,9% de las críticas existentes de esta película, o de cualquier otra obra de su director, el sueco Ingmar Bergman, apuntarán su maravillosa técnica, su guiones inteligentes llenos de planteamientos filosóficos, sus planteamientos religiosos, la tan amplia cultura que desbordan por todas partes, las moralejas tan guays sobre la vida y la muerte que exponen y estos rollos patateros que se sacan de la manga los críticos para destacar la labor de un mindundi con cierta fama, para disimular la verdad ineludible, que la película es un coñazo. Y esta palabra es la que mejor resume el truño que resulta no solo "El séptimo sello" sino también el 99,9 % de las obras de Bergman. A mí que no me cuenten milongas, me encantaría ver por un agujerito a los críticos que defienden estos ideales sobre el cine de Bergman, enfrentándose al visionado de estas "sublimes" obras, a ver si ellos mismos la aguantaban despiertos. 

La Muerte paseando por la playa, ¡que también tiene derecho, hombre!

¡Benditas sean las iluminadas!
La película nos viene a contar (de lo que recuerdo porque entre cabezada y cabezada pues me costó lo mío retener la línea argumental, por llamarla de una forma), que un ilustre caballero sueco Antonius Blovk (interpretado de el genial actor Max Von Sydow), regresa de las Cruzadas a su casita en plena Edad Media, justo cuando está teniendo lugar una epidemia de Peste Negra que se está bajando a toda la población. El pobre sufre las típicas crisis de fe de los atormentados personajes made in trucaños bergmanianos y a esto se le presenta la Muerte, sí señor, la Muerte en persona (Bengt Ekerot), que se ve que se aburría mucho y no se le ocurre otra cosa que pasearse por la playita y ponerse a charlar con el atormentado protagonista. Bueno, no sólo esto, resulta que la conversación no es tan fluída como se esperaban y para matar el aburrimiento se ponen a jugar al ajedrez. Supuestamente de esta partida el protagonista obtendrá un sin fin de respuestas que colmarán su tormento, llegando a una serie de reflexiones muy cuquis y divinas de la muerte (nunca mejor dicho) o no se qué otras ostias en vinagre. 

Por si no lo sabíais, la Muerte sabe jugar al ajedrez

Uno de esos muchos planos bonitos pero letárgicos
En serio tras observar esta portentosa obra maestra uno se plantea una profunda reflexión y es que cómo es posible haber tenido el suficiente valor para haber conseguido tragar hora y media este ladrillo y sentir la profunda pena de no haber empleado mejor esa hora y media perdida inútilmente. Yo nunca podré comprender a cuento de qué se ha instaurado a Ingmar Bergman como una de las más grandes e ilustres figuras cinematográficas. Que sí, que tendrá planos que te cagas y una fotografía en blanco y negro que marque muy profundos contrastes que sean hiper mega divinos, pero si estamos todos más o menos de acuerdo en que el cine es, aparte de un arte, una forma de evasión y entretenimiento, "El séptimo sello" (y la filmografía de Ingmar Bergman) resultan un profundo y rotundo fracaso, porque se puede ser un gran artista tras la cámara, se puede ser muy profundo, muy reflexivo y todas esta puñetas, pero lo que me parece imperdonable es el proponerse matar de aburrimiento al personal con unos truños infumables, que para colmo son vendidas como obras intelectuales que son apreciables por los auténticos expertos en cine. ¡Venga ya! Que no cuenten historias, "El séptimo sello" es un esperpento y desde aquí proclamo que su visionado es tan necesario para aquél que quiera disfrutar de buen cine (y con esto me refiero a bien rodado y que además entretenga), como una patada en toda la boca (por no decir una zona más dolorosa).

¡Cuánto tormento se refleja en esta película!

*MI MOMENTO FAVORITO: obviamente ninguno, hasta los créditos me han dado sueño...

2 comentarios:

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