lunes, 7 de abril de 2014

El final de Damien (1981) de Graham Baker



Damien Thorn ya adulto (Sam Neill)
Tras las maravillosas "La profecía" y "La maldición de Damien", la saga del diabólico hijo del Anticristo, Damien Thorn se cerraba con este episodio, cuyo título, ya desvelaba la resolución del entuerto. Lamentablemente, en esta ocasión, el resultado no está a la altura esperada. Esta mítica saga del género de terror, se vio concluida por un final muy simplón e indudablemente fallido, debido a la confección de una secuela final muy floja y poco interesante. La acción se sitúa veinte años después del anterior film, ahora Damien Thorn (interpretado en esta ocasión por Sam Neill, futuro prota de "Parque Jurásico") ha dejado de ser un niño, tiene 32 años y es un líder político con un sin fin de adeptos y seguidores. Es un ser aparentemente indestructible, y se sirve de sus fieles devotos admiradores para cumplir todos sus malévolos propósitos que son, ni más ni menos, que dominar a la humanidad bajo su poder. No obstante, un grupo de sacerdotes, con el padre DeCarlo (un acertado Rossano Brazzi) a la cabeza, emprenderán la misión de acabar con él de una vez por todas. 

El ejército de curas encargados de matar a Damien

Los instrumentos necesarios para ello, son las milenarias Siete Dagas Sagradas de Megiddo, únicas capaces de poner fin a las diabólicas andadas de Damien. Pero, la cosa no va a resultar fácil, porque el hijo del Anticristo tiene planificada una estrategia para evitar que su reino de terror sufraga a manos del Bien. Resulta que, como en la Antigua Belén, ha nacido un niño que es el hijo de Dios (sí, algo así como un Jesucristo moderno), ¿quién es ese niño?, es algo que Damien desconoce. Lo que sí sabe es aproximadamente su lugar de nacimiento y el momento. Así que para evitar que dicho niño se convierta en su némesis, al igual que Herodes, empujará a sus vasallos a ser los provocadores de horribles accidentes que sean los responsables de las muertes de los bebés candidatos a ser el hijo del Padre Protector. 

Damien de cháchara con una estatua de Jesucristo (para dormirse)

Meterse con el Anticristo puede resultar peligroso
La verdad es que la película se hace curiosa en algunos momentos, pero en general no termina de cuajar como un efectivo film de terror, lo que indudablemente sí eran sus dos partes antecesoras. El problema es que rompe mucho con la mecánica que convirtió en clásicos a ambos films y elimina muchos de los rasgos identificativos de la saga hasta el momento. Esto, por supuesto, ejerce como un punto muy negativo cuando el espectador afronta su visionado esperando encontrarse un espectáculo que colinde con lo visto anteriormente. Mis impresiones desde luego fueron más malas que buenas, hablando sinceramente. La película posee alguna escena buena, como por ejemplo la primera muerte (para mí la escena más impactante del film), que mantiene intacto el espíritu característico de las pelis anteriores, o algún que otro instante sobrecogedor (como por ejemplo el tramo de las muertes de los bebés). No obstante, sus fallos son aún más notorios; por ejemplo por un lado nos encontramos una trama muy insustancial. El rollo del ejército de curas (gilipollas perdidos) que trata de matar a Damien como si estuviesen afrontando la misión de cortarse una uña, se ve absurdo. ¿Cómo se explica que los tíos se encaren con él sin ningún tipo de protección a sabiendas que es el hijo del Diablo?; resulta bastante patético. 

Numeroso grupito de adeptos del Diablo

¿Damien descubre sus sentimientos humanos?
Por otro lado, nos topamos con un ritmo un tanto denso, provocado por un sin fin de escenas carentes de acción, si la segunda por ejemplo, era un torbellino de adrenalina en el que no cesaban de suceder infartantes momentos de tensión, en esta tercera ese tipo de situaciones son mínimas. En cambio asistimos a insufribles monólogos del propio Damien, dialogando con una estatua de Jesucristo, los cuales se hacen letárgicos. Así mismo, no exponen una subtrama medio romántica entre Damien y una periodista (Lisa Harrow), por la que llega a plantearse el tener algún que otro sentimiento humano. Hay momentos en los que Damien parece cuestionarse su maldad y eso, me parece un error, si es un villano es un villano, no hay necesidad de mostrarnos remordimientos en él, porque otra vez repito; es el hijo de Satanás y se propone doblegar al mundo. Pero si hay algo que se lleva la palma, en el mal sentido, es el horroroso clímax final, con un Damien siendo derrotado (no es que sea un spoiler, es que se da por sentado que en ésta, al final es vencido; el título lo expone bien clarito) de la forma más estúpida imaginable. Después de haber dejado a su paso un sin fin de muerte y destrucción, al pobre Damien se le ocurre dar la espalda un instante, a su amante, quien ya ha descubierto su naturaleza demoníaca, y ésta lo apuñala con una de las dagas que lo hace perecer. 

El reino animal también se rinde ante el poder del Mal

Bajo la influencia del Demonio
Cuando yo vi esta escena por primera vez (era un niño), recuerdo que me sobrevino una carcajada involuntaria; ¿así de subnormal era el hijo del Diablo?, ¿así de fácil se había dejado matar?, ¿para esta mierda de final había hecho falta una trilogía? Mi rostro demostraba una clara insatisfacción y decepción mientras salían los créditos finales. En resumidas cuentas, "El final de Damien" es un lastre para la saga y un pésimo cierre para la misma. Una pena, porque poseía ciertas ideas interesantes, que lamentablemente fueron jodidas por un desarrollo muy pausado y una sucesión de escenas con poco garbo y sin la chispa característica de los magnos films antecesores. A destacar la labor de Sam Neill, que no está nada mal como el malvado Damien ya adulto y a Rossano Brazzi, como un digno oponente religioso del maligno, aparte de alguna escena un tanto grotesca; pero poco más. "El final de Damien" es decepción en estado puro, una paupérrima promesa, una espina infecta clavada en el grandísimo nombre de una saga milenaria.

¡Hala, por llevar la contraria al Anticristo!

*MI MOMENTO FAVORITO: la primera muerte, la cual es la única que mantiene fresco el espíritu de la saga, con el embajador de Estados Unidos en Gran Bretaña (Robert Arden), volándose la tapa de los sesos con una escopeta, para que Damien pueda ocupar su puesto. 

Éste ya se aireó bastante bien las ideas

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