domingo, 1 de junio de 2014

Bilbao (1978) de Bigas Luna



El prota, el perturbado Leo (Ángel Jové)
Múltiples veces hemos oído e incluso nosotros mismos hemos dicho, lo mucho que apesta nuestro cine. Desde mi punto de vista, es un hecho fundamentado en lo monotemática que nuestra industria ha sido durante un buen porrón de años. No hay más que echar la vista atrás y ver que el 90% de la producción de cine español (y no exagero), ha tenido como principal propósito ser una burda excusa para mostrar despelote gratuito y no precisamente de forma fina y elegante, sino vulgar (afortunadamente hace un tiempo que parece que la cosa está cambiando, aunque el peso del pasado es una pesada roca que tiende a aplastar lo bueno que se puede ofertar hoy en día). De esto se han encargado reiteradamente pesos pesados de "nuestro" cine (yo nunca lo he sentido como mío, porque no comulgo con la mayoría de su temática) como Vicente Aranda, Almodóvar o el señor que orquestó la "joya" casposa que nos ocupa, el fallecido Bigas Luna. ¿Quién iba a decir que este soberano truñazo, rodado en una pésima calidad (con una cámara de 16 mm) con cuatro pesetas, iba a suponer el salto al estrellato de su director? Se ve que a algún mindundi del festival del Cannes (algún salidorro, ejem ejem), le gustó tanto este trabajo que se encargó de propiciarle una distribución masiva. Hubo quien señaló a Bigas Luna como un artista de vanguardia, un autor rompedor y patatín y patatán, y gracias a ello ha podido ofrecernos su tan extremadamente "culta" y "educativa" filmografía. ¡Válgame el cielo!

Una colorista Barcelona allá por 1978

Por ahí viene la putita de Bilbao (Isabel Pisano)
¿Qué puedo decir de ''Bilbao''? Antes que nada decir que el título no hace referencia a la ciudad española (bueno, es española, ¿no?), sino al nombre de una prostituta (a ver que esto es un film de Bigas Luna, ¿qué iba a haber?), interpretada por la uruguaya Isabel Pisano, que se convierte en el centro de la obsesión del personaje protagonista, un perturbado llamado Leo (Ángel Jové) que vive con una tía mayor (María Martin) -que no recuerdo si era su tía o algún tipo de familiar cercano-, que resulta ser una vieja pelleja realmente puerca, que todas las noches intenta excitarlo, ya sea haciendo gestos obscenos con una salchicha (sí, de las que se cocinan y se comen), o abriéndose de piernas en toda su jeta para que él tenga acceso abiertamente (valga la redundancia) a semejante y grotesco panorama. Este tío, sigue a Bilbao, y su obsesión con ella llega a tales extremos que acaba viéndola como un objeto y decide secuestrarla (aquí se nota la influencia digamos, de la peli "El coleccionista"), atarla, afeitarle el vello púbico, golpearle la cabeza y hacer extraños juegos de tipo sexual, con ella inconsciente (no vayamos a decir, ejem, que está muerta), asemejando actos de necrofilia. 

El señor Luna no pierde el tiempo, a los dos minutos ya salen las primeras tetas

A la puerca de la vieja (María Martín)
le encantan las salchichas
Todo este cacao construye la que muchos críticos han denominado una obra de arte rompedora (bueno, a ver teniendo en cuenta la fecha en nuestro país, ¡fijo!, supuso algo que podríamos llamar ciertamente transgresor, lo que no anula sus múltiples cagadas, eso sí). A mí la verdad no me sorprende encontrarme todo este arsenal de barbaridades sin sentido, teniendo en cuenta, repito, quién se encontraba detrás de la cámara. Y es que Bigas Luna se ha ganado a pulso ese apelativo que muchos otros le hemos colocado, de "viejo verde", porque es un señor que ha hecho un tipo de cine muy verde, y que ha pasado la finísima línea de convertir lo erótico en algo repugnante, obsceno y muy pero que muy vulgar. Prácticamente todos sus films están cortados por el mismo patrón; fetichismo guarro, ordinarieces varias, trivialidad,..., en fin, una serie de características que desde mi punto de vista personal jamás utilizaría para definir cualquier cosa relacionada con el Arte. Pero bueno, hay gustos para todo. Lamentablemente el señor Luna se acabó convirtiendo en una figura clave y en un representante fundamental del cine patrio, y repito, para que luego nos quejemos de la mala reputación de éste. 

Una connotación la mar de sutil

Aquí lo sugerente no tiene cabida
De la película, no obstante, sí que destacaría esa sucia atmósfera muy cercana a lo grindhouse, típica de las producciones baratas de los setenta. Una imagen muy granulada que ayuda a crear una incómoda sensación de angustia en determinados momentos. En lo personal me gustan estas puestas en escena tan underground, pero claro, no puedo pasar por alto lo esperpéntico de lo expuesto en la historia. Un relato narrado en primera persona por el perturbado protagonista, mediante una cansina y repetitiva voz en off, que acaba saturando demasiado, y un ritmo tan letárgico que acaba suponiendo un excesivo esfuerzo terminar la película. Estoy plenamente convencido que "Bilbao" es una de esas películas que de cuatro personas que la hemos visto (igual exagero, dudo que haya cuatro personas en el mundo que la hayan oído mencionar, afortunadamente), tres no la hemos acabado de ver, y es que lo reconozco, dejé aproximadamente un cuarto de hora sin visionar, el sueño hizo mella en mí y decidí aparcarla como una misión imposible. De todas formas, ¡qué hostias!, ya le había concedido bastante más tiempo del que merecía este bochornoso montón de mierda. No sé si tras la muerte de su autor, llegará a revalorizarse, yo espero (¡ay señor!) que no.

Bilbao se convierte en un juguete a manos de Leo

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