jueves, 29 de enero de 2015

La tentación vive arriba (1955) de Billy Wilder



Richard Sherman (Tom Ewell) se siente muy viejo;
aquí atendido por una enfermera (Carolyn Jones)
¿Qué tiene ''La tentación vive arriba'' de especial? Sin más, el famosísimo fotograma en el que a Marilyn Monroe se le sube la falda con los vapores que salen de la rejilla del metro y el aliciente de haber sido realizada por un magno maestro del Séptimo Arte, Billy Wilder, y ya está. El resto es insustancial, vacío, de interés nulo. Francamente creo que he visto pocas películas en mi vida, que estén más sobrevaloradas que este soberano mojón, este truñaco disfrazado por los críticos como una obra maestra del cine, una deliciosa comedia que patatín y patatán, como suelen señalarla con sus bonitas y finas palabras a la hora de reivindicarla como un clásico imprescindible. Yo recuerdo que me aburrí como una ostra viéndola y es que, sinceramente, ''La tentación vive arriba'' me parece un film estúpido, de argumento ineficaz a la hora de transmitir algún tipo de emoción, algún tipo de enganche con el espectador; es de verdad, lamentable que se siga defendiendo a ultranza la valía de esta película como joya del celuloide por mucho que la haya hecho el gran Billy Wilder (insisto ni un solo director, por muy bueno que sea, se ha librado de hacer alguna que otra mierda) y por muy mona, atractiva e icónica que resulte la propia Marilyn. 

La provovatica vecina de Sherman (Marilyn Monroe),
la cual sólo duerme con unas gotas de Chanel Nº5

No sabe nada el viejales
Con este film, me pasa como con ''Desayuno con diamantes'', sobre ambos pesa más la imagen representativa de sus protagonistas femeninas (Marilyn Monroe y Audrey Hepburn), y gracias a un simple fotograma, las pelis han quedado instauradas como iconos inmortales, aunque en realidad, sus contenidos sean de lo más banales e insustanciales que te puedas tirar a la cara. Yo ya lo digo, sufrí una vez el soponcio de tragarme ''La tentación vive arriba'', y desde luego no pienso pasar por semejante experiencia una segunda vez (a no ser que sea por una causa de fuerza mayor que me obligue a ello), para el recuerdo siempre nos quedará ese instante de reflexión en el que la ingenuidad del personaje de Marilyn Monroe analiza la película ''La mujer y el monstruo'' después de salir de verla en un cine, asegurando haberse apiadado del propio monstruo, que al fin y al cabo sólo buscaba el amor; un momento que me pareció la mar de curioso e interesante por semejante guiño cinematográfico; amén por supuesto de la escenita de la falda subida.

La famosa falda ascendente

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