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Max (Dirk Bogarde), el portero del título |
"El portero de noche" es otra de esas películas que, gracias a que en el momento de su estreno, resultaron ciertamente picantonas, llamativas (en especial para el público masculino) y morbosas (véase el caso de
"El último tango en París" o
"Emmanuelle"), se han posicionado con el paso de los años, en el universo cinematográfico, como obras de culto. No se le puede restar, desde luego, la importancia o repercusión que este film tuvo, ya que en resumidas cuentas se convirtió en un ejemplo a seguir, ya que fue una de las pioneras en propiciar la aparición de una larga lista de films (en su gran mayoría explotativos, y de producción italiana, al igual que la que nos ocupa) que mezclaban el erotismo morboso con el tema del nazismo, eso sí, tirando por los derroteros del cine
exploitation de serie B tan típico de los setenta, incluyendo sangre, vísceras y violencia por un tubo (véase el caso de
"Ilsa, la loba de las SS" y similares), elementos que no están presentes en
"El portero de noche".
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Icónico topless de Charlotte Rampling, con la característica gorra nazi |
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El nazi y la judía, una escabrosa pareja |
Hablando claro, a mí esta película me parece un soberano petardo, estoy fervientemente convencido que de no haber supuesto la cierta revolución que supuso en su estreno (¡qué morboso es el ser humano, desde luego!), al prometer abundantes dosis de destape, hoy en día no contaría con el exacerbado prestigio con el que cuenta, totalmente inmerecido. Lo que nos cuenta el film es la historia de una mujer judía bien posicionada (Charlotte Rampling), esposa de un director de orquesta, que reconoce al portero del lujoso hotel en el que se aloja (Dirk Bogarde). El tipo es, ni más ni menos, que un ex-oficial nazi, que durante la estancia de la chica en un campo de concentración durante la guerra, la utilizó como objeto sexual, para satisfacer sus gustos sadomasoquistas. Aparentemente ella, al percatarse de la identidad de su anterior torturador, parece que planea corresponderle con una venganza, pero no, la mujer resulta ser una cachonda de mucho cuidado y como le cogió gusto a eso del sado, retomará con el portero ex-nazi su tortuosa relación, en la que ¡cómo no!, no faltarán todo tipo de prácticas subiditas de tono para el delite del fehaciente morbo del público de la época, que observaría atónito una vuelta de tuerca la mar de insana del síndrome de Estocolmo.
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¡Que comience el despelote! |
Resumiendo que es gerundio, ¿qué ofrece "El portero de noche"?, erotismo light muy sugerido, en su momento escabroso, pero a día de hoy se vería infinitamente descafeinado, un guión paupérrimo en el que el ritmo es enormemente deficiente, actuaciones muy chungas (véase una pareja protagonista que parece carecer de alma, de expresividad) y sobre todo mucho, mucho, mucho aburrimiento; casi dos horas de insufrible tormento en el que la brillantez y la elegancia escasean alarmantemente. Una patata que ha envejecido mal no, fatal y que de no ser quizás, por el recuerdo de esa icónica figura de Charlotte Rampling en topless y la gorra nazi (imitada en múltiples ocasiones a modo de homenaje en diversos medios de tipo artístico, por ejemplo la fotografía) y el leve recuerdo del impacto de tipo escandaloso que propició en su momento, se encontraría en su justo lugar, el amplio limbo del olvido cinematográfico. Vamos, que desde mi humilde apreciación personal, es un asco.
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Morbo y lujuria se dan la manita |
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