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Una secta de mierderos adoradores del diablo |
Dario Argento y Michele Soavi ya habían
estrechado lazos profesionales anteriormente, con el bodriazo de
''El engendro del diablo'', un film de terror sobrenatural que si bien era
bastante atractivo desde el punto de vista visual, desde el
argumental era el caos personificado. Pues bien, ahora nuevamente
vuelven a compartir trabajo juntos, el primero como productor y el
segundo como director y la verdad, hay que decir las cosas como son,
si la anterior era esperpéntica lo de
''La secta'' no tiene nombre.
¡Qué película más mala, por favor! Estamos ante un auténtico
basurón sin pies ni cabeza, y para encima, carente también del
poderío escénico que poseía el trabajo antecesor de Soavi. Lo que
nos encontramos es una extrañísima historia sobre una secta
satánica que va jodiendo la marrana por ahí, trapos diabólicos que
se adhieren a la cara de las personas arrancándoles el rostro (una
versión perversa de la Sábana Santa de Cristo) y un calco
encubierto y cutre de
''La semilla del diablo'', con otras
reminiscencias a films como
''Hellraiser'', igual de cutres y de
ilógicas.
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La prota Miriam (Kelly Curtis, hermana de Jamie Lee Curtis) |
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Este viejales (Herbert Lom) sabe más de lo que parece |
Como curiosidad tenemos de protagonista a Kelly Curtis,
hija de Janet Leigh y Tony Curtis y también hermana mayor de la
scream queen por excelencia, Jamie Lee Curtis (ambas se parecen un
huevo en ciertas ocasiones). Pues bueno, la chica hace lo que puede
para defender con dignidad su papel de heroína, pero el despropósito
del guión es tan supremo que se hace todo insostenible. El film
deambula entre el aburrimiento y la estupidez más mundana y acaba
siendo rematado por un desenlace tan ridículo que uno se queda con
la típica e incómoda cara, símbolo de que se siente que le han
tomado el pelo. Realmente yo no sé si ''La secta'' es el producto de
una gran fumada, pero si así lo hubiese sido quizás habría tenido
hasta más sentido. La película no vale un cagarro, es una de las
claras muestras que delataban que a principios de los noventa el
terror italiano ya estaba más que de capa caída, atrás habían
quedado los buenos años de los grandes Mario Bava, Lucio Fulci y el
propio Dario Argento, ahora ya sólo quedaban los débiles resquicios
de una época dorada a la cual el viento hizo esfumarse, para nunca
más ser retomada.
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Un trapo que arranca rostros de cuajo |
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