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viernes, 20 de febrero de 2015

El tambor de hojalata (1979) de Volker Schlöndorff



El prota, el repelente Oskar (David Bennet) y su inseparable tambor
Sólo puedo dedicarle a este soberano bodrio, palabras asqueantes, porque simple y llanamente me produjo asco (¡pero un asco enorme!) su visionado. Recuerdo haberla visto hace ya su tiempo en el canal TCM, cuando éste emitió un especial de pelis ganadoras de Oscars y bueno, la verdad es que la mayor parte de las películas seleccionadas en dicho especial me gustaron bastante, así que aún sin parecerme muy atractiva ''El tambor de hojalata'' a priori, decidí darle una oportunidad. ¡En qué mala hora! Vale, ya estamos con la memez de que está basada en una novela de un reputado autor, Günter Grass, que fue galardonado con un Nobel, así que obviamente, la escusa resulta idónea para que la crítica ser vuelque en alabanzas hacia este despropósito, señalándola como una obra maestra, al igual que el grupito de pedantes intectuales de turno. 

Empiezan las guarradas; una cabeza de caballo como instrumento para pescar
anguilas. Esperemos que no matasen al pobre animal para todar la puta escena.

El niñato es capaz de romper cristales con su berridos
El film es un esperpento, además, todo lo que aparece en él es esperpéntico, empezando por su surrealista argumento (pretendiendo ser provocador y quedándose en lo más zafio y vulgar que te puedas tirar a la cara) y continuando por el elenco de personajes, algo así como caricaturas grotecas de seres humanos, vamos que a su lado los freaks de ''La parada de los monstruos'' son de lo más normalito. La película relata un mojón de historia, acerca de un niñato llamado Oskar (de verdad qué asco de niño) que un día decide que no quiere crecer, así de simple. Una caída un día, y ¡pum!, el nene ve cumplido su deseo así que van pasando los años y cual hobbit contrahecho, se queda con la apariencia de tener unos diez años el resto de su existencia. ¡Toma ya! Eso sí, el pavo en edad mental tampoco parece evolucionar mucho porque sus neuronas parecen estar fritas durante todo el metraje, al igual que la prole de gilipollas que le envuelven. 

El nene también quiere mojar

Ahí como que no quiere la cosa
Aunque la picha sí que comienza a pedirle mandanga llegada su pubertad, pues al nene bien cachondo que le pone una tía guarrindonga con la que protagoniza una de las escenas ''eróticas'' (si a eso se le puede llamar erótico) más repugnantes que he tenido la desgracia de ver, resulta que se ponen en la palma de la mano unos polvos pica pica, escupen en ellos y luego se lo tragan mutuamente, ¡hace falta un genio para conferir semejante prodigio! De por medio estalla el auge de los nazis, el nene se enrolla con una enana, va de aquí para allí, le come el potorro a la pava de los polvos pica pica, su madre se pasa todo el día berreando como una histérica, se aprecian un buen puñado de escenas asquerosísimas como la cabeza de un caballo utilizada para pescar anguilas, o el nene rompiendo cristales con los chillidos que profieren sus repelentes cuerdas vocales, etc, etc, etc. 

Los nazis en pleno apogeo

Me pregunto cuál sería la opinión de la
Ley del Menor con respecto a este film
El conjunto se me hizo algo tan indigesto, pesado, aburrido, incoherente y absurdo que de verdad, puedo decir que ha supuesto para mí, sin lugar a dudas una de las experiencias más agónicas que he sufrido viendo una película. ''El tambor de hojalata'' habrá ganado un Oscar a la mejor película extranjera, habrá sido premiada en Cannes, habrá sido aclamada como una obra para instruidos e intelectuales, habrá sido casi calificada como Patrimonio Histórico de cine alemán y un montón de infinitas mierdas más, pero para mí es una auténtica mierda; un suplicio intragable, un bodrio incitador de actos suicidas y un atentado contra el buen gusto. No vale como película erótica, ni vale como film dramático, ni como pieza artística, no vale absolutamente para nada. Viéndola dan ganas de coger al niñato de los cojones y meterle su tambor de hojalata por donde amargan los pepinos (y vale que la culpa no la tiene el pobre chiquillo, pero es que clama al cielo)... y si no me creéis, ¡adelante valientes, os desafío a que le dediquéis un visionado, a ver si la podéis acabar de ver si sufrir náuseas por el sopor y la zafiedad!

Al final el enanito consiguió mojar el pizarrín

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