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miércoles, 16 de noviembre de 2016

El conde Yorga (1970) de Bob Kelljan



¡El conde Yorga (Robert Quarry) al ataque!
Una especie de pequeño clásico de los setenta, un tanto olvidado, pero poseedor de cierto estatus de culto. ''El conde Yorga'' pretendía ser inicialmente una especie de imitación de los films de vampiros pseudo-eróticos que la Hammer estaba fraguando (recordemos que era el principio de los setenta) por parte de la productora americana AIP (la misma encargada de las adaptaciones poeianas de Roger Corman y otros múltiples films de serie B durante los cincuenta y sesenta) y por ende, la película iba a no andar exenta de escenas de desnudos y propiamente dicho, eróticas. Sin embargo, finalmente se optó por hacer una peli más seria, enfocada más al terror, más al estilo de la Hammer clásica, pero con un detalle novedoso, y es que, si no me equivoco, ''El conde Yorga'' fue el primer film en asentar la figura del vampiro clásico, en la época modernal actual (en este caso, en los años setenta), un enfoque original que luego intentó la Hammer con menos suerte con el mojón de ''Drácula 73''. Pues bien, aquí tenemos por lo tanto a un conde vampiro, Yorga (interpretado por Robert Quarry) que vive en su castillo gótico y que incluso hace vida social, invita gente a su hogar (hasta hace sesiones de espiritismo), es amable, galán, en fin, todo un caballero. 

Aunque parezca otra cosa, esta mujer está sufriendo un proceso de vampirización

¡Vaya hambre!
Pero claro, viene la noche y sale a beber sangre de atractivas muchachitas que después pasan a ser vampíricas esclavas suyas (¡menuda harén se monta el tío en su castillito!). Por lo demás, sigue el esquema típico de mismamente ''Drácula'', estarán los listillos de turno que caerán en la cuenta que el conde es un vampiro y querrán destruirlo, después de que éste ya haya vampirizado a unas cuantas mozucas. La peli es arquetípica y presenta todos los clichés del cine de vampiros. No está mal porque es entretenida, pero no sé, algo le falla en cuanto a como está planteada. El conde Yorga pretende dárselas de muy soberbio, va siempre por delante de sus enemigos humanos, que son la verdad muy gilipollas, en especial el doctor (que como Van Helsing deja mucho que desear). Este último personaje es digno de estudio por lo tonto que resulta, en una primera ocasión pretende entretener al conde dándole la vara en su casa, hasta que salga el sol y así se fría, como si el conde se chupase el dedo. En otra se presenta a hablar con él cara a cara, con una pata de una silla para que le sirviese de estaca para matarlo; lo más gracioso es que hasta el conde le vacila. 

¡Qué chapa le están dando al pobre conde!
 
La verdad es que este tipo de detalles le dan a la peli una especie de aire paródico, creo que involuntario. Por no hablar luego de la patética escena de la muerte del conde; él mucho presumir que era muy inteligente y que estaba por encima de los humanos y acaba pereciendo de la forma más estúpida jamás pensada. Lo que me moló fue la escena final, un tanto original para la época y como ya dije antes, destaca en especial por la peculiaridad de ser la primera peli en asentar al vampiro en la época más moderna, presentado un esquema a seguir en posteriores producciones. Por lo demás, una peliculilla de serie B de vampiros como otra cualquiera, no me llamó especialmente la atención en nada en particular.

Las putillas del conde

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