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Jovencitos de parranda |
A finales de los ochenta se notaba que la enorme y amplia explotación
del slasher estaba dejando a relucir la pérdida de calidad en estos
productos y éste es un claro ejemplo de ello. Nuevamente volvemos a encontrarnos con el esquema del slasher clásico de toda la vida, eso sí, muy mal ejecutado. Un grupo de muchachitos (imbéciles todos) deciden pasar una noche de juerga y sexo, en el interior de un gran centro comercial, sin saber ellos que es el lugar en el que se oculta un psicópata travesti que, como bien marcan las reglas, los irá matando. De la película se puede
destacar su cuidada ambientación, como ya he dicho, desarrollada en el interior de un gran
centro comercial repleto de escalofriantes maniquíes que dan mucho
juego para crear una atmósfera ciertamente inquietante. Pero lo cierto
es que tanto los personajes, como las situaciones se tornan ya demasiado
aburridas, vistas y lo peor de todo, excesivamente absurdas.
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Celebrando un polvito |
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Éste no tiene buena pinta |
En un
slasher un elemento fundamental, algo que ya he mencionado en múltiples ocasiones, es cuidar muy mucho el tema de las muertes, que resulten
impactantes y sangrientas en su justa medida, eso al menos le dará calidad artística al
producto, desde mi punto de vista (dejar alguna imagen para el recuerdo). En este filme no hay tal cosa, se producen muy pocas muertes, están mal filmadas y muy
poco trabajadas. Olvidaos de
gore o de maquillajes cuidados, no hay nada de eso. Puede que sea un punto a tener en cuenta cierta originalidad a la hora de mostrar la motivación
que empuja al asesino a matar, pero en resumidas cuentas, está tan mal planteada que acaba perdiendo
todo el interés que
a priori pudo suscitar. El final, además, es de pena, digno de provocar auténticas risas involuntarias. Como conclusión, tenemos un bodrio bastante patatero, hay
slashers mucho más recomendables desarrollados en el interior
de un centro comercial como
"La iniciación" o
"Killbots",
más amenos, más brutales y con una trama más interesante y mejor
elaborada. Una mierdecilla de la que incluso se puede rescatar ese
look
ochentero tan particular para nostálgicos de la década como yo, por lo
demás es un film rematadamente malo.
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¡Anda que vaya pintas me lleva el asesino! |
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