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Charles Bronson vuelve a ponerse en la piel de Paul Kersey |
Secuela de
''El justiciero de la ciudad'', todo un clásico de la
exploitation setentera con Charles Bronson a la cabeza con firme limpiador, a tiro limpio, de escoria mundana callejera, como ilustre vengador tras el asesinato de su mujer y la violación de su hija. Bronson se convirtió en una institución dentro del género gracias a su personaje, Paul Kersey, un poli que se cansa de que los criminales se salgan con la suya y decide tomarse la justicia por su mano. Bueno, pues aquí el mismo Bronson repite personaje, también repite como director Michael Winner, quien nos regalase esa magistral peliculaza de terror llamada
''La centinela'' y básicamente, en esta secuela tendremos repetido el esquema de la original, pero mucho más desmadrado y violento. La historia se inicia con el propio Paul Kersey pasando un tranquilo día con su hija, recuperada más o menos del trauma de la violación de la película anterior y rehaciendo su vida como una familia normal. Pero la mala suerte persigue a la familia de Paul, pues se topan en su camino una banda de peligrosísimos y violentísimos criminales que le cogerán ojeriza a Paul y decidirán asaltar su casa, será cuando agredan sexualmente en grupo a la pobre criada (una escena muy cruel, gráfica y espeluznante), a la espera de que él llegue con su hija.
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Brutal violación en grupo a la criada de Paul |
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Ahí está un desconocido Larry Fishburne haciendo de maleante |
Cuando esto ocurre, a él lo crujen a hostias y a la pobre chica la secuestran, llevándola a su guarida donde la violarán también, en esta ocasión resultando la pobrecita, muerta. Será cuando Paul, que había decidido dejar atrás su pasado como justiciero, vuelva a agarrar su pistola y a salir en plena noche a limpiar la ciudad de Los Ángeles (en la primera, había actuado en Nueva York) en busca de los maleantes que fueron los responsables de la muerte de su hija, ¡y menuda escabechina hará con ellos! Bueno, debo decir que esta ''Yo soy la justicia'' (como se tituló en nuestro país) me gustó mucho más, pero mucho más, que su antecesora. Básicamente porque en la primera Paul no ejercía una venganza directa contra los agresores de su familia, de hecho éstos salían al principio asaltando a su mujer e hija, y no aparecían más, por lo tanto en ese aspecto me sentí bastante decepcionado. Pero en este caso, Kersey sí deposita toda su furia contra los bandidos cabrones que le jodieron y uno siente gran satisfacción al verlo.
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La hija de Paul vuelve a ser agredida |
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Es hora de repartir justicia |
Hay que puede criticar la apología tan descarada que este tipo de películas de la justicia por cuenta propia, lo cual conlleva un mensaje un tanto peliagudo y peligroso, pero ¿acaso no nos sentimos identificados con este vengador?, ¿acaso inconscientemente no disfrutamos con el gustazo de ver ''masacrados'' (ficticiamente en este caso) a un puñado de escoria (que por desgracia también abunda en la realidad)?, ¿acaso no pensamos en lo más profundo de nuestra mente qué seríamos capaz de hacer si tuviésemos la oportunidad de devolvérsela a aquél que tanto mal y sufrimiento nos ha hecho? Pues yo creo que películas como ésta, nos permite esa liberación de adrenalina, films como
''La última casa a la izquierda'' nos posibilitan el vivir esa ''emoción'' de presenciar un castigo ejemplar contra personajes inhumanos que en muchas ocasiones, en nuestro mundo real, campan tranquilamente por las calles a la espera de seguir propagando el mal.
''Yo soy la justicia'' es muy violenta; marca de la casa del puro
grindhouse, estilo con el que está muy ligada.
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También repite el detective Frank Ochoa (Vincent Gardenia) |
A día de hoy se ha convertido en un film mítico dentro del subgénero de venganzas violentas, ése que tanto le mola y plagia el señor Tarantino, sólo que claro de pelis como éstas nadie dirían que son obras maestras (las de Tarantino sí, ¡qué paradoja!). Personalmente me encanta esta película, tiene un ritmo frenético, Charles Bronson se luce como tipo duro e implacable y la acción va in crescendo hasta un final apoteósico (¡esa lucha final en el hospital!, ¡menuda escenaca para el recuerdo!). Sin más ni más, una joya imprescindible para los fans de la exploitation, posee todos los ingredientes necesarios como para contentar a los retro-nostálgicos.
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Aquí no se queda nadie sin una hostia |
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