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El príncipe Mamuwalde (William Marshall) |
En plenos años setenta, la moda
blaxploitation (o sea término denominado a ese grupete de pelis que
se hacían protagonizadas por actores negros y destinadas a un
público -en líneas generales- afroamericano) estaba a la orden del
día y con films como el que nos ocupa, se intentó adaptar al propio
género de terror. Así nació este ''Blacula'' (denominada en España
como ''Drácula negro'', tal cual), la cual resulta un film más del
montón entre la cantidad de caspa grindhouse que se realizó en los
setenta y ochenta simultáneamente. La historia adapta la famosa
historia de ''Drácula'' de Bram Stoker, pero por supuesto, cambiando
la raza del protagonista y también el marco temporal (el film se
desarrolla en los actuales -en el momento en que se rodó la cinta-
años setenta en Norteamérica).
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El conde Drácula (Charles Macaulay) |
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Ambiente totalmente black setentero |
Nuestro protagonista es un príncipe
africano (William Marshall), que tuvo la desgracia de haber sido
mordido por el mismísimo conde Drácula, durante un viaje a
Transilvania, por lo tanto se ve así mismo convertido en un vampiro.
Décadas después (o sea, en los años setenta) es despertado por
error por una pareja de gays (muy graciosos ellos, ¡de verdad, son
un cuadro!) y el vampiro negro irá campando a sus anchas por la
ciudad de Los Ángeles, donde a parte de ir vampirizando peña, irá
en busca de la reencarnación de su antigua amante. ''Drácula
negro'' por su propia definición, teniendo en cuenta el producto que
es, no es una película que se pueda tomar en serio, principalmente
porque es, claramente, mala. Pero tampoco es que sus realizadores
pretendiesen hacer una buena película, ni siquiera algo mínimamente
serio, sin más un mero vehículo de explotación para aprovecharse
del tirón de la moda del cine ''black''.
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Mamuwalde se ha convertido en Blacula |
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El vampirismo se extiende por la ciudad |
El resultado fue una
película que con el paso del tiempo, ha conseguido cosechar cierto
estatus de culto, por su peculiar combinación de elementos y su
bizarrismo, un tanto caduco, pero un tanto nostálgico para los
amantes acérrimos de la época en cuestión. En lo personal, me
pareció una película bastante divertida (algo que consigue, da la
sensación, de forma bastante involuntaria), me molaron ciertos
detalles de su escenografía y esa musiquilla funky (muy setentera)
que configura su banda sonora. No es un clásico ni mucho menos, es
más, es una cutrez de mucho cuidado (maquillajes y efectos pésimos,
actores flojos in extremis,...), pero es una de esas cosas tan
curiosas que merece la pena echarle un vistazo; seguro que es una de
esas frikadas con las que el propio Tarantino se regodeaba
dedicándole visionados en esa etapa de su vida previa a convertirse
en director.
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¡Cuidado con el sol! |
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