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sábado, 23 de mayo de 2015

Drácula negro (1972) de William Crain


 
El príncipe Mamuwalde (William Marshall)
En plenos años setenta, la moda blaxploitation (o sea término denominado a ese grupete de pelis que se hacían protagonizadas por actores negros y destinadas a un público -en líneas generales- afroamericano) estaba a la orden del día y con films como el que nos ocupa, se intentó adaptar al propio género de terror. Así nació este ''Blacula'' (denominada en España como ''Drácula negro'', tal cual), la cual resulta un film más del montón entre la cantidad de caspa grindhouse que se realizó en los setenta y ochenta simultáneamente. La historia adapta la famosa historia de ''Drácula'' de Bram Stoker, pero por supuesto, cambiando la raza del protagonista y también el marco temporal (el film se desarrolla en los actuales -en el momento en que se rodó la cinta- años setenta en Norteamérica). 

El conde Drácula (Charles Macaulay)

Ambiente totalmente black setentero
Nuestro protagonista es un príncipe africano (William Marshall), que tuvo la desgracia de haber sido mordido por el mismísimo conde Drácula, durante un viaje a Transilvania, por lo tanto se ve así mismo convertido en un vampiro. Décadas después (o sea, en los años setenta) es despertado por error por una pareja de gays (muy graciosos ellos, ¡de verdad, son un cuadro!) y el vampiro negro irá campando a sus anchas por la ciudad de Los Ángeles, donde a parte de ir vampirizando peña, irá en busca de la reencarnación de su antigua amante. ''Drácula negro'' por su propia definición, teniendo en cuenta el producto que es, no es una película que se pueda tomar en serio, principalmente porque es, claramente, mala. Pero tampoco es que sus realizadores pretendiesen hacer una buena película, ni siquiera algo mínimamente serio, sin más un mero vehículo de explotación para aprovecharse del tirón de la moda del cine ''black''

Mamuwalde se ha convertido en Blacula

El vampirismo se extiende por la ciudad
El resultado fue una película que con el paso del tiempo, ha conseguido cosechar cierto estatus de culto, por su peculiar combinación de elementos y su bizarrismo, un tanto caduco, pero un tanto nostálgico para los amantes acérrimos de la época en cuestión. En lo personal, me pareció una película bastante divertida (algo que consigue, da la sensación, de forma bastante involuntaria), me molaron ciertos detalles de su escenografía y esa musiquilla funky (muy setentera) que configura su banda sonora. No es un clásico ni mucho menos, es más, es una cutrez de mucho cuidado (maquillajes y efectos pésimos, actores flojos in extremis,...), pero es una de esas cosas tan curiosas que merece la pena echarle un vistazo; seguro que es una de esas frikadas con las que el propio Tarantino se regodeaba dedicándole visionados en esa etapa de su vida previa a convertirse en director. 

¡Cuidado con el sol!

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