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lunes, 28 de octubre de 2013

La noche de los demonios (1988) de Kevin S. Tenney



¡Rumbo a una fiesta de Halloween de muerte!
¡Menudo peliculón! Una joya carne de cañón a la hora de sufrir pésimas críticas por parte de los típicos entendidos intelectuales, pero vamos, que a mí este modesto y barato film ochentero me encantó. Efectivamente es un film más que simple en cuanto a argumento, posee personajes estereotipados al máximo y ciertos momentos en los que el ritmo se vea algo perjudicado (con tanta escena de persecución en la parte cercana al final). Pero, no se puede negar; es un film la mar de cañero. "La noche de los demonios" no fue concebida para ser una obra maestra ni tan siquiera una película cinematográficamente destacable por su calidad o historia, es un film que hay que ver sin tapujos y sin ponerse tiquismiquis, es ahí cuando su visionado se convierte una experiencia disfrutable al 100%. 

La aterradora Hull House

La anfitriona de la fiesta, Angela (Amelia Kinkade)
Nos situamos en la noche de Halloween, un grupito de amigos se disponen a pasar una noche de fiesta, cargada de sexo y alcohol. Éstos, han recibido una invitación para una fiesta muy especial; la anfitriona, la sensual y diabólica Angela (Amelia Kinkade) y el lugar, Hull House. Este sitio posee una historia espeluznante, repleta de leyendas negras; hace años fue una funeraria y en su interior se cometieron horrendos asesinatos, así que ¿qué mejor lugar para celebrar una fiesta de Halloween de auténtico terror? Lo que pasa, es que los chavales no se imaginan, que las terribles leyendas de Hull House, son ciertas. Entidades diabólicas pululan en el interior de sus paredes y están ansiosas por participar en la macabra celebración. 

Temblad muchachos, temblad, ¡qué miedo váis a pasar!

A lo largo de la noche, los muchachos serán testigos de todo tipo de barbaridades que van a la par cojonudamente con esa noche maldita; véase posesiones diabólicas, mutilaciones, desmembramientos; y una desesperada lucha por permanecer con vida hasta la llegada del amanecer, el cual devolverá a las almas perversas de Hull House a descansar hasta la siguiente noche de Halloween. 

Linnea Quigley, como de costumbre, enseñando el busto

La fiesta se pone interesante
La película, dentro de su modestia, posee elementos verdaderamente asombrosos. Destacar la espléndida realización de los efectos de maquillaje, increiblemente realizados, la mar de convincentes (atentos, por ejemplo, a la escena del pintalabios y el pezón, sublime, estupendamente bien hecha), véase cómo el talento supera con creces presupuestos desorbitados y unos efectos artesanales le dan cien mil patadas a los, en muchos casos, horrorosos efectos digitales de los que tanto se abusa hoy en día. Le añadimos ese toque tan característico de los ochenta, escenas de violencia y gore nada desdeñables, mala leche sin contemplaciones, una buenísima ambientación y toques de humor socarrón bastante bien traídos, que no rozan lo ridículo. Lo que nos queda es un gran clásico de la serie B de los ochenta, con momentos memorables y la mar de recordados (ver la escena de baile que se marca Amelia Kinkade, o el momento ya mencionado de Linnea Quigley con el pezón y el pintalabios). 

¡Reventón de ojos made in 80s!

En fin, un film que a los cultitos de turno, como siempre digo, les parecerá una mierda, eso sí, es idóneo para pasarlo de puta madre y rememorar la mala baba y el gran saber hacer de los films fantásticos de los ochenta. Por supuesto es una excelente opción para visionar una noche de Halloween en buena compañía. Es una grandísima joya.

Desde luego, no se puede negar que es una fiesta cargada de sorpresas

*Atención a los magníficos títulos de crédito animados, los cuales me han recordado mucho a la estética a la que nos tiene acostumbrados un artista tan particular como Tim Burton.



*MI MOMENTO FAVORITO: en esta ocasión no he podido decantarme entre dos escenas concretas, así que voy a señalar ambas, porque me llamaron poderosamente la atención (ambas además ya las he nombrado en el comentario más arriba). Una de ellas es la que Suzette (Linnea Quigley) se introduce un pintalabios en uno de los pezones. Es increible, porque el efecto está cojonudamente hecho, con un realismo impresionante. 

Ahora lo ves, pero en un rato no lo verás

Y la otra es ese diabólico y sensual baile que protagoniza una ya poseida Angela (Amelia Kinkade) a ritmo de la canción "Stygmata Martyr" del grupo ochentero Bauhaus. 

Los demonios marcan el ritmo

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